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La ilusión no se come -dijo ella -No, no se come, pero alimenta -replicó el coronel

miércoles, 25 de agosto de 2010

SANTANDER


Cuando me puse a escribir algo sobre mi viaje pensé, tenía que ser algo que realmente expresase como me lo pasé, algo que describiese todo lo que viví allí. Pero, por más veces que probaba, no conseguía escribir más de dos lineas que me gustasen. Creo que el calor me evaporó la inspiración y me dejó delante del ordenador esperando pacientemente que mis dedos tecleasen algo, a mi juicio, decente.

Aún no se si he recuperado la inspiración o lo que quiera que sea eso que me hace escribir, pero os aseguro que, mientras me tomo un café con hielo, intento plasmar en palabras todo aquello que quiero lo mejor que me permiten mis derretidas neuronas.

Cuatro días en Santander, cuatro días de desconexión, cuatro días en muy buena compañía. Asi dicho, cuatro días pueden parecer pocos, ¿pero a mi? A mi me dieron para mucho (¡y para tanto!)

La mejor puesta de sol que recuerdo la viví el dia que llegue. Un sol caprichoso queriendo esconderse del mundo, luchando con el horizonte por refugiarse detras del mar, tiñendo el cielo de colores violetas y naranjas intensos es, sin lugar a dudas, digno de ver.

En la playa, sintiendo la arena ya fresca en los pies, totalmente despeinada a causa de la siempre viva brisa marina, observando los miles de puntitos negros que, incansablemente, surfean ola tras ola de una manera casi automática, te das cuenta de que, como los días, todo acaba. Y reflexionas y te dices sin parar que así es la vida y te convences de ello.

Pero no todo es pensar y reflexionar, tambien hay tiempo para dar paseos en barco y probar (sin mucho éxito debo decir) la pesca por la bahía de la ciudad.




Yo, manteniendo una conversacion sobre biología, con una caña en la mano e intentando evitar que el equilibio me abandonase en cualquier momento... ¿me imaginais? No es de extrañar que hasta los peces se riesen de mi y se llevasen mi anzuelo... sin embargo, mi pequeño contratiempo no hizo más que amenizar la velada a bordo del “Jota Jota” que, como experiencia, fue irrepetible.

Tras nuestro fallido intento de pesca dimos un paseo por la bahia (e incluso salimos un poco a mar abierto), mi amiga se animo a pilotar el barco durante un buen rato. Yo mientras tanto me limité a contemplar las olas que, inexorablemente, rompian contra nosotros.

Tampoco faltaron los paseos por la ciudad de noche, con un helado de moca en la mano (y en la boca), las fotos absurdas, la visita al puerto...oh el paseo Pereda me cautivo con esas luces que se pierden a lo lejos.






Era la feria del libro, nos resistimos a ir, me prometí a mi misma no comprar mas libros hasta no haber leido los que aun tengo en la estanteria. Terminamos la noche, sin querer queriendo, en la tienda de Lucio Herrenzuelo. ¡Qué escaparate! ¡Qué zapatos! Una delicia.





No faltaron tampoco los momentos al sol, en la playa, en la terraza, en cualquier lugar soleado... allí estábamos nosotras permitiendo que se nos broncease hasta el ultimo milimetro de piel.




Las noches eran perfectas, llenas de peliculas, lunas llenas y estrellas. Aún me emociono al recordar ese “Buenos dias princesa” de La vida es bella, o el final de F.R.I.E.N.D.S que, aunque sea la novena vez que lo veo, me sigue haciendo llorar.




En la terraza jugabamos a hacer fotos tocando la luna mientras Marte se dejaba ver y se reia de nosotras.



El último dia fué mi favorito. Un tocadiscos antiguo y vinilos de Bruce Springsteen, Eric Clapton, Elton John o Los beatles. Es difícil resistirse y no ponerlos a todo volumen (que os aseguro que es mucho) y pasarse horas en la alfombra escuchando esas maravillas, sintiendo como la música recorre todo tu cuerpo y te pone la piel de gallina...





Se acaban los discos, se acaba el tiempo... Lejos de entristecerme me subo en el coche con la cabeza llena de buenas sensaciones, con la piel aún caliente por el sol y con los labios curvados dibujando una amplia sonrisa.

Es hora de volver a casa. Home sweet home.


Veraniega
Kass*








jueves, 12 de agosto de 2010

Summer feelings

A pesar de que en el norte, en especial en Asturias el tiempo sea un caprichoso y le cueste ofrecernos dias radiantes, llenos de sol y calor, hoy nada me va a impedir sentirme inmersa en un dia de verano en toda regla:

Fue entrar en mi cocina y vivir una autentica explosión de colores. Las frutas exóticas están por todas partes y es que es lo que tiene el verano, que trae consigo estas auténticas delicias para el paladar. Estos sabores frescos, estos nectares que resbalan por tu boca y la endulzan.

Siendo sincera me ha costado mucho decidir que comerme, devoraba todas y cada una de las frutas con la mirada, mm, se me hacía la boca agua.
Al final, y no se por qué, decidi que el kiwi iba a ser la mejor opción. Siempre me gustó el color verde, puede que haya sido una de las causas que, subconscientemente, me ha llevado a escogerlo.
En cualquier caso, la sensación de frescura que me dio no me la quita nadie.



Y mientras fuera sigue sin hacer sol, yo
me niego a dejarme contagiar por el color gris del cielo. Las frutas exóticas me han inspirado.

Me hago una trenza, pongo “Surfin USA” de los Beach Boys a todo volumen y bailo en la cocina, descalza, hasta que mi madre aparece y me obliga a bajar la musica. Porque ella es así, unas veces se une a bailar conmigo y otras se muestra mas, mucho mas comedida.


Pero aun así, parece que el espíritu veraniego se me ha diluido en la sangre y nadie puede obligarme ahora a parar.

Me toca fregar (habia estado retrasando ese momento todo lo posible, porque lo odio con toda mi alma, pero era inevitable), sin embargo esta vez lo hago con mas alegria. Quito mi musica y pongo la radio (es una vieja costumbre ya) y, casualidades de la vida, ponen “California dreaming”, otra cancion perfecta para mi estado de animo.

No me puse el delantal y acabé empapada hasta los huesos. Me suelo enfadar cuando me pasa, pero, adivinais? Esta vez lo disfruté.

La trenza casi se me ha deshecho del todo, pero no pasa nada, me gusta así tambien. Llego a mi habitación y lo primero en que veo es mi estanteria llena de libros. Unos leidos, otros aun no. Porque asi soy yo, cada vez que paso por delante de una librería me resulta totalmente irresistible entrar y una vez dentro... oh, una vez dentro no hay forma de escapar. Parece que todos los libros te estan diciendo “leeme” y yo soy débil, no me resisto a la tentación que me ofrecen.

El resultado de eso y del poco tiempo que me deja el verano es tener un monton de libros esperando a ser abiertos. Decido que no puede pasar un día mas sin que empiece “El retraro de Dorian Gray” y decido también que hoy me siento tan bien que tenia que compartir mi sensación.
Asi que no pierdo más tiempo, me siento delante del ordenador y comienzo a escribir todo esto, sin quitarme la ropa mojada aún.

Es curioso, siempre odié y odiaré, pasado y futuro, que la ropa mojada se me pegue a la piel, pero hoy, hoy no hay reglas, hoy, en el presente, me importa un bledo sentir la humedad, tener los pies frios por bailar descalza sobre las balsosas o que fuera haga un dia propio de otoño.

Hoy soy FELIZ

Heureuse...
Kass*

lunes, 9 de agosto de 2010

¿Quién quiere ser buena en verano? El verano es la época de la playa, los paseos, los bikinis, el sol, los amigos, los helados, el mar, los libros, las películas, las fiestas... El verano es tiempo de reir, de disfrutar, de soñar, de olvidar, de besar, de cantar, de bailar, de enamorarse, de llorar... de pecar.


Y es que cuando el calor se siente en el cuerpo nadie es capaz de decir no a un buen helado durante un paseo a su lado; a un gran trozo de tarta con tu película favorita o a unos pasteles y los mejores cotilleos que te cuentan tus amigas. En verano, la gula es una gran protagonista de nuestros días.





Están por todas partes, en la televisión, en los anuncios por las calles, en las páginas de las revistas... El verano hace que los cuerpos se desnuden, se muestren un poco más desarrollados de como vinieron al mundo... En verano, no sólo las temperaturas de los termómetros suben. Al verlos, ¿quién recuerda que la lujuria es un pecado?





La despreocupación veraniega nos deja tiempo para cuidar nuestro aspecto. Cuidamos hasta el último detalle para estar siempre perfectos. Por eso, nuestros armarios nunca están completos en verano, siempre nos falta algú
n que otro detalles. Unas gafas de sol nuevas, un vestido, un bolso, unos zapatos... Nunca nos contentamos con lo que tenemos. Siempre queremos más. Lo que nos ocurre es que, con el calor de esta estación, la avaricia corre por nuestras venas.





Hay ciertas tardes en las que el calor es directamente proporcional a las ganas de no hacer nada. Cuando el calor se muestra en su máximo grado (o como nos pasa en el norte, los días horribles), sólo hay ciertas cosas que el cuerpo nos pide: tumbarnos en el sofá del salón con una buena peli o en la playa con un buen libro; dormir una siesta y perdernos entre sueños o pasar horas delante del ordenador. Hay ciertos días de verano en los que la pereza nos gana.





Sin embargo, no todo es perfecto en verano. El calor, el tiempo libre, la no-rutina... hace que a veces perdamos el control de nosotros mismos. Que nos enfademos con demasiada facilidad, que respondamos mal por cosas con las que normalmente no lo hacemos, que tengamos peleas con personas importantes... Aunque no debería ser así, muchas veces es la ira quien actúa por nosotros.




Y no sólo nos enfadamos, sino que también miramos o los demás o a sus cosas de otra manera... Muchas veces nos gustaría estar en la situación de otro, del que se va a unas estupendas vacaciones cuando nosotros tenemos que quedarnos en casa, de la que se acaba de renovar todo su armario en las rebajas cuando nosotras sólo pudimos comprarnos cuatro cosas, de las que caminan de la mano de chicos que parecen modelos... Tenemos celos de las situaciones ajenas, de los armarios, de las carteras, de la vidas de los demás... Es imposible no sentir un poco de envidia en este periodo del año.





Lucir piernas con un micro-short, acompañado de los tacones más altos que hay en tu armario; ponerte un buen escote o dejar la espalda al aire; ir a la playa con el bikini que tan poco le gusta a tu madres; o pintarte los labios con un color llamativo... Todo vale cuando te sientes bien, mejor dicho, cuando te sientes la mejor. Cuando sientes que va a ser tu noche, o tu día; cuando estás decidida a comerte el mundo. Cuando sólo existe una persona, tú misma. Porque el verano viene cargado de momentos, incluídos esos en los que cambias la humildad por la soberbia.



Total, luego comenzará un nuevo curso cargado de preocupaciones y con poco tiempo para disfrutar de dulces; ver hasta el último detalle de los modelos de los anuncios; de preocuparnos por el estado de nuestro armario; poco tiempo para gastarlo haciendo nada; para enfadarnos sin razón; para fijarnos en la vida de los demás, y poco tiempo emplearlo en alimentar nuestra autoestima. Entonces, ¿quién va a ser buena en verano?

Malu.