jueves, 4 de octubre de 2012
Querido hombre del piano
martes, 8 de mayo de 2012
Gris manicomio, casi humo.
"Kilómetros a la espalda"
Antes de poner en duda una sola de mis palabras dime cuándo te he mentido, porque puedo equivocarme, pero no te engañaría. Puedo girar bastante más deprisa de lo que luego tardo en equilibrarme. Puedo maltratarlo todo aunque lo quiera...
Ser o no buena gente, así, tan buenagentemente dicho puede, en fin, ¡qué se yo!, pero puede que sea saber que te quieren y sentir que te lo mereces.
Kass
miércoles, 15 de febrero de 2012
Paris
-¿Que por qué me gusta Paris? Cariño, no has estado aqui nunca, ¿me equivoco?
+No, pero dicen que es la ciudad de la luz, del amor...
-¿Del amor dices? ¡Del sexo! Es la ciudad del sexo y de la pasión ocultos tras un velo de romanticismo. Já. Querida, en Paris hay más de mil hombres dispuestos a enseñarte el culo por unos míseros euros. Las historias de amor que cuentan no son más que la hipérbole de un buen polvo.
Para vivir aquí debes aprender a cambiar ese “¡Que te jodan!” que te quema la garganta, por un “Te deseo” susurrado al oído. Paris funciona así, cuanto antes lo comprendas antes serás capaz de disfrutarlo.
+Pero, Madame, yo he venido a enamorarme...
"Vuelve a sonreir, a recordar Paris, a ser mi angustia..."
Bisous-Kass
lunes, 24 de octubre de 2011
El lago de los cisnes (según yo).

Pues yo -y lo digo alardeando completamente de ello- disfruté ayer de esa maravillosa experiencia.
En una posición no demasiado privilegiada, es decir, todo lo privilegiada que puede proporcionarte un bolsillo que no reproduce el dinero (¿A quien se le ocurre poner esos precios a un ballet, por cierto? ¡Virgen Santa!) esperé pacientemente -o quizás no tanto- a que se vieran las zapatillas de las bailarinas asomando por debajo del telón.
“Ladies and gentlemen, we remind you that is not allowed record or... blablabla” Vamos, queremos que empiece ya.
Nerviosa y expectante (más nerviosa que otra cosa) vi cómo se iban apagando las luces y cómo el ruido de fondo iba mermando.
Y así, mientras sentía las piernas dobladas en exceso y a los pies pidiendome a gritos que me quitase los tacones, comenzó a sonar la música de Tchaikovsky.
Después de unos breves minutos de música que tanto yo como muchos otros disfrutamos con un nudo en el estómago, el telón subió y allí, como por arte de magia, aparecieron una veintena de bailarines representando una fiesta en la corte.
-¿Pero y los cisnes? Chica, yo pensaba que...
-Shhhhhhhhhhhh
¡Y menos mal que la mandan callar! Odio a esas señoras que van al ballet sólo porque sus maridos les compran las entradas para tenerlas un rato entretenidas.
En fin, volvamos al escenario.
Mientras el príncipe Sigfrido busca esposa entre todas esas bailarinas girando a la velocidad impuesta por la música, un arlequín pulula por la escena y capta mi atención.
Mallas rojas e incluso -si es eso posible- más apretadas aún que las del resto de los bailarines. Pues ale, ya tiene toda mi atención durante este primer acto.
Saltos casi imposibles, giros demasiado rápidos como para ser apreciados en todo su explendor y alguna que otra acrobacia... está claro que este arlequín se ha convertido en mi bailarín anónimo favorito de toda la compañía.
Y poquito a poco, entre variaciones y algún que otro porté, el telón va bajando, la música se va confundiendo con los aplausos y las luces vuelven a brillar dentro del teatro.
Primer descanso. -¿Descanso? ¿pero es que alguien está cansado de verlos bailar?- ...
Las señoras de atrás vuelven a comentar que faltan los cisnes y nosequé de un acomodador un poco borde. -Pobre acomodador-
Las chicas que están a mi lado empiezan a hacerse fotos con el movil hasta que la pesada de turno dice que necesita ir al baño obligando a toda la fila a levantarse. -¡Qué poco aguante tienes, muchacha!-
Cinco minutos más escuchando conversaciones triviales, hablando un poco con mi hermana y buscando en los palcos a alguien conocido para odiarle durante toda la eternidad y por fin se vuelven a apagar las luces.
Suena, ahora sí, la pieza clave de este ballet. Sí, esa musiquita que todos conoceis -aunque no sepais nada de ballet- pero como antes, el telón sigue abajo, impenetrable y muy rojo -o eso me parece a mí-
Nada mejor para abrir el apetito de ver más. Yo, más que apetito, tengo un hambre voraz de ver el segundo acto y, a juzgar por cómo juega mi hermana con sus dedos, ella tambien.
Sube por fin el telón y allí aparece el lago (un gran cambio de escenario, sin duda). Sale Odette -el cisne blanco-. Las señoras ya pueden estar tranquilas.
Despues de un solo y un 'pas de deux' con Sigfrido, empiezan a llenar el escenario montones de cisnes, todos con sus plumas blancas, todos al mismo paso, todos iguales.
Realmente las bailarinas parecen cisnes. ¡Qué bien bailan!
Por todo el escenario, aquí y allá. Haciendo círculos en torno a su reina. Ay, qué bonito.
Sin que me de cuenta casi llega el momento del 'pas de quatre', mi parte favorita de todo el ballet.

Me duró la emoción hasta que el telón volvió a bajarse y el segundo descanso llegó como quien no quiere la cosa.
Despues de unas variaciones de escuela bolera y de carácter, sale Odile -el cisne negro-.
Es alucinante, increible. Toda la inocencia del cisne blanco se transforma ahora en maldad y sensualidad en el cisne negro.

El príncipe y ella bailan durante un buen rato perfectamente coordinados.

Sus fouettes interminables son algo que cautiva al público -me incluyo profundamente en esta afirmación- y el teatro entero rompe en aplausos aún cuando ella no ha terminado de girar como si no requiriese ningún esfuerzo.
Dos veces más arrancó los aplausos prematuros del público antes de terminar el acto.
Esta vez no hubo descanso, se quedó todo a oscuras tan solo por un minuto y, cuando se encendieron las luces, el decorado del lago volvía a lucir en el escenario.
El cuarto es el acto más corto, Sigfrido baila con el cisne blanco, le jura amor eterno y rompe el hechizo que la mantenía -a ella y a resto- presas en un cuerpo de cisne.
Fin.
A mi, este final, no me gusta. Debéis de saber que existe otro final alternativo en el que el cisne y el príncipe se suicidan. ESE sí es mi favorito.
En cualquier caso este final tambien me emociona y, mientras saludan, rompo en aplausos hasta que me duelen las manos.
¡Bravo, bravo! Grita un señor detrás de mi.
10 minutos de aplausos a unos bailarines extraordinarios. Nadie para de aplaudir y ellos siguen saludando obedientemente.
Cuál fue mi sorpresa al ver que dos de los bailarines salen del escenario y vuelven a entrar llevando casi en volandas a una mujer que apenas puede caminar.
¿Quien es? ¿Quien es? Preguntan las señoras de detrás.
Es Alicia Alonso. Un mito del ballet. La actual directora del ballet de Cuba. Una mujer de 90 años que, recién salida del hospital y sin poder caminar, se empeña en salir a escena a agradecer los aplausos a su compañía.
El teatro se pone en pie para ovacionar a esta gran mujer.
En este momento mi hermana rompe a llorar y por poco lo hago yo también.
Con todo, y resumiendo, he de decir que ha sigo una de las mejores experiencias de toda mi vida
-o, incluso la mejor-
Sintiéndome un poco bailarina...Kass.
miércoles, 7 de septiembre de 2011
From C. with love.
Que he ido a la playa y he caminado toda su longitud dejando que algo más de un centenar de olas rotas me acariciasen los pies.
Y dejé que éstos te contasen las historias de los sitios que he pisado, mientras tus manos acariciaban lo poco que quedaba de mi memoria.
Vacié varios vasos de cerveza mientras mis mejillas se tornaban de color burdeos y me concentraba en no dejar de fingir que no te veía mirarme.
Me tumbé en la arena a ver pasar las nubes y escuché tantas veces a Cabrel que yo tambien acabé queriendo con locura a esa chica que construía puentes al cielo.
From Coruña, with love.
lunes, 8 de agosto de 2011
Co-razones
Por eso, todo eso que me cuentas de que mira cómo bebe las cervezas y qué fácil parece a veces enamorarse; todo eso de que puede llegar a ser ese puto único motivo de seguir vivo y a la mierda con la autodestrucción... todo eso de que los besos de ciertas bocas saben mejor es un cuento que me se desde el día en que me dió dos besos y me dijo su nombre.
Quiero decir, que a mi de versos no me tienes que decir nada, que hace tiempo que escribo los míos. Que yo tambien le veo, que cuando cruza por debajo del cielo sólo el tonto mira al cielo. Que sé cómo agacha la cabeza, levanta la mirada y se muerde el labio superior.
Que conozco su voz en formato susurro, en formato gemido y en formato secreto.
Que yo si que no tengo cojones a decirle que no a nada, porque tengo más deudas con su espalda de las que nadie tendrá jamás con la luna (¡Y mira que hay tontos enamorados en este mundo!)
Que razones tenemos todos, pero yo, muchas más que vosotros.
domingo, 17 de julio de 2011
Cosas de domingos
-Que ya no es hora de quejarse, sino de aprender.-
Te empujarán siempre, en silencio pero con fuerza y que te quitarán la colchoneta de debajo, no vaya a ser que no aprendas.
“Es ley de vida” dicen... Y ale, apáñatelas. Aprende a vivir en la cuerda floja, que ellos estarán esperando que la gravedad actúe.
Que sí, que lo se y que lo acepto. Que todo esto va de caerse y levantarse. Que ya se que de ilusiones no se vive pero he aprendido que las desilusiones desalientan; y el último aliento ha de dejarse para quien hace el esfuerzo final.
Que supongo que acabará mereciendo la pena, pero mirar siempre hacia delante cansa la vista. Y que alguien sin quererlo me enseñó que hace falta valor para ponerle un punto y a parte al pasado, pero mucho más para no intentar hacer planes de futuro.
Aprender, sí, aprendamos, pero que aprendan tambien ellos que nos han enseñado a dormir con los ojos cerrados y a soñar con ellos abiertos y que, como dicen, lo que se aprende de pequeño dificilmente se olvida.
Tambien, a fuerza de mareos, he aprendido que la vida da muchas vueltas y casi siempre en círculos. El final nos desespera, incluso sabiendo que es siempre el mismo.
Me he dado cuenta de que nos rodeamos de gente a modo de airbag pero que a muy pocos les dejamos manejar el volante con nosotros. Y he llegado a la conclusión de que no sabemos guardar un secreto.
Aprendí que hay que creerse aquello que se diga en susurros -aún a riesgo de perder el equilibrio y caer al vacío- y que el eco no siempre dice la verdad.
Llegará un día en el que aprenderé que las caídas no son siempre malas y que mientras te desplomas no hay nada más bonito que recorrer a toda prisa los callejones sin salida de tus pensamientos y fruncir el ceño al pensar que tienes que encontrar la respuesta.
He aprendido que aún me queda tiempo y -por supuesto Freddie- he aprendido que el show debe continuar.
Kass